viernes, 22 de junio de 2012

El sueño que soñamos

Hoy unos versos de Pedro Salinas me hacen pensar...

"El sueño es una larga despedida de ti. 
¡Qué gran vida contigo, 
en pie, alerta en el sueño!" 
¡Dormir el mundo, el sol,
las hormigas, las horas,
todo, todo dormido,
en el sueño que duermo!
Menos tú, tú la única,
viva, sobrevivida, 
en el sueño que sueño."

Parece que el sueño sea más real que la propia realidad y a su vez la despedida de la auténtica amada. 
Esta contradicción entre lo que soñamos y lo que vivimos me hace pensar en nuestra forma de afrontar la vida. 
Vivimos atrapados por una amalgama de ideas, proyectos, obligaciones, aspiraciones que creemos que son la realidad que debemos vivir; pero esa realidad es un sueño creado por nosotros y los que nos rodean, un sueño que podríamos soñar de nuevo.
Podemos soñar el sueño de una vida más plena, el sueño de un mundo más justo donde hay solución a problemas económicos y políticos, donde los que roban el dinero y el alma de los ciudadanos son juzgados y los que proponen ideas justas son escuchados. Sólo debemos despertar para soñar la realidad.


El poema completo de Pedro Salinas de La voz a ti debida es una buena forma de empezar a soñar:
 El sueño es una larga
despedida de ti.
¡Qué gran vida contigo,
en pie, alerta en el sueño!
¡Dormir el mundo, el sol,
las hormigas, las horas,
todo, todo dormido,
en el sueño que duermo!
Menos tú, tú la única,
viva, sobrevivida,
en el sueño que sueño.
Pero sí, despedida:
voy a dejarte. Cerca,
la mañana prepara
toda su precisión
de rayos y de risas.
¡Afuera, afuera, ya,
lo soñado flotante,
marchando sobre el mundo,
sin poderlo pisar,
porque no tiene sitio,
desesperadamente!

Te abrazo por vez última:
eso es abrir los ojos.
Ya está. Las verticales
entran a trabajar,
sin un desmayo, en reglas.
Los colores ejercen
sus oficios de azul,
de rosa, verde, todos
a la hora en punto. El mundo
va a funcionar hoy bien;
me ha matado ya el sueño.
Te siento huir, ligera,
de la aurora, exactísima,
hacia arriba, buscando
la que no se ve estrella,
el desorden celeste,
que es sólo donde cabes.
Luego, cuando despierto,
no te conozco casi,
cuando, a mi lado, tiendes
los brazos hacia mí
diciendo: "¿Qué soñaste?".
Y te contestaría: "No sé,
se me ha olvidado",
si no estuviera ya
tu cuerpo limpio, exacto,
ofreciéndome en labios
el gran error del día.
José Luis Sampedro nos ayuda a despertar para soñar otro mundo posible y necesario:


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