jueves, 31 de mayo de 2012

"Todos los cuentos" de Gabriel García Márquez

Este mes de mayo ha salido a la luz una edición de todos los cuentos de Gabriel García Márquez en la colección Literatura Mondadori. El libro recopilatorio reúne por primera vez todos los cuentos del Premio Nobel en un solo volumen. ¡Es una buena adquisición!



lunes, 28 de mayo de 2012

45 años de soledad...

Cuarenta y cinco años después de la publicación de Cien años de soledad quisiera recordar el principio de la novela, cuyas líneas me atraparon inevitablemente hace muchos años y aún no han dejado de desprender su influencia mágica sobre mí...

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de
recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces
una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas
que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos
prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para
mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia
de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y
timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de
barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una
truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios
alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el
mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio,
y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse,
y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había
buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades.
«Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de
despertarles el ánima.» José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos
que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible
servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un
hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve.» Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel
tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos
lingotes imantados(...)"
(Cien años de soledad, Gabriel García Márquez)